Por: Miguel Melo (10°B)
Desde las antenas 5G que transmiten el coronavirus por sus ondas, pasando por la idea misantrópica de la reducción a la población o la del sancocho de murciélago y terminando en el laboratorio donde se originó el virus, todas estas teorías conspiranoicas, más que conspirativas, resaltan lo influenciable que es nuestra civilización, pero seguramente una de estas locas y remotas teorías termine siendo cierta y lo importante no es qué lo inició, porque ya está aquí, y no es posible cambiar el pasado pero sí el futuro. Por lo tanto, debemos ocuparnos en vez de preocuparnos. Pero ¿cómo nos debemos ocupar? Y lo más importante, ¿qué es lo que se está haciendo a nivel internacional para amortiguar el peligro que se vive?
Anders Tegnell, el epidemiólogo estatal de Suecia y el hombre detrás del controvertido manejo de la pandemia en el país nórdico, proclama la “inmunidad colectiva” como la clave para salir con una economía un tanto ilesa, y disminuir el número de personas fallecidas. La estrategia de Tegnell es exponer a las personas cuya tasa de mortandad es menor gracias a su edad (los menores de 65 años, que sentirán una gripa leve o media), y así contraer inmunidad contra el virus, para que el covid-19 no se esparza y se contenga. El plan para los mayores de esta edad es que, como las personas a su alrededor son inmunes al “corona”, no resultarán portadoras y los mayores de 65 no enfermarán, esperando la creación de una vacuna. El modelo sueco se basa principalmente en la confianza en su población; no hay restricciones altamente coercitivas como la cuarentena obligatoria, pero sí tienen controles para que la situación no se les vaya de las manos. Aunque este modelo parece un triunfo, Suecia es el país con mayor número de infectados y fallecidos de los nórdicos. Tegnell lo justifica mostrando cómo la curva de contagio ha decrecido en el país. Quizás el patrón seguido por Suecia es la mejor manera de parar la curva de contagios, pero la pandemia no ha terminado y solo nos queda estar expectantes a cómo evoluciona el país lapón en el manejo de la pandemia del coronavirus, y analizar si el modelo es aplicable en otros lugares del mundo.
‘Mutti’ Merkel, como es llamada la canciller alemana desde la crisis económica del 2008, ha sabido manejar todo tipo de crisis al mando de una gran nación y esta no es una excepción; la tasa de mortalidad por covid-19 es una de las más bajas a comparación de sus vecinos. La fisicoquímica ha sabido manejar la crisis, aunque en este momento la tasa está subiendo exponencialmente, y según ella solo hacen falta conocimiento, comunicación clara y empatía; tres puntos esenciales para afrontar la ‘hecatombe’ actual. El conocimiento de lo que ocurre se le atribuye a su profesión científica y a su salomónica decisión de rodearse de virólogos y epidemiólogos para saber qué pasa realmente, para que las teorías mal fundamentadas sean descartadas, y finalmente para que la población no esté paranoica con bombardeo de información, que muchas veces resulta siendo ‘fake news’. La ciencia es y será el único pilar del que la humanidad se debería apegar en estos momentos. La comunicación clara: debe existir confianza entre lo que dice el gobierno y la ciudadanía, no alterar datos ni desinflar cifras, para que no haya cabida para especulaciones engañosas. El último punto, creería que es el más importante, la empatía. Si cooperamos en sociedad, si cada engranaje de la sociedad colabora así sea quedándose en su hogar y si toda la civilización tiene una meta común, podemos pasar esta crisis como humanidad. Finalmente le agregaría a esta ecuación un toque de tecnología para saber cómo va a evolucionar este proceso y tener las herramientas necesarias para sobrellevarlo como civilización. Lo dicho anteriormente es el deber ser ideal, es lo que se apetece y es lo que se debe hacer en el mundo para pasar la crisis, pero el deber ser posible es totalmente diferente.
En los países que peor han manejado la contingencia se encuentran líderes populistas de derecha; Estados Unidos, Brasil o Reino Unido son algunos ejemplos de una mezcla de jefes de gobierno con desconfianza hacia lo científico, discursos anti-aislamiento y elementos cuestionables, haciendo que la situación coyuntural en la que estamos viviendo empeore, como lo dice el politólogo americano Francis Fukuyama: “hay una correlación muy fuerte entre liderazgo populista y mala gestión de la pandemia”. Los países antes mencionados son actualmente el epicentro de la pandemia global en sus respectivas regiones y cada día luchan sin tregua para ocupar el primer lugar, que en este momento ostenta vergonzosamente Estados Unidos.
Boris Johnson, primer ministro británico, tomó una posición laxa con respecto al coronavirus, como lo están haciendo en este momento sus homólogos americano y brasileño, pero desde que vivió en carne viva lo que se sentía alojar aquel virus y permanecer algunos días en la UCI, decidió emprender un cambio drástico y férreo de cómo hacerle cara a la pandemia.
Brasil por su parte, al mando de Jair Messias Bolsonaro, sigue el camino del líder que el brasileño admira tanto, Donald Trump. Jair, con tres ministros de salud en menos de un mes, no le ha podido coger ‘la comba al palo’ y sigue fallando en hallar un ministro que siga su idea de que el coronavirus es una “gripezinha”; hoy la comunidad científica considera a Brasil como el humillante ganador de la contienda a tener más casos en el mundo. El panorama no luce alentador para los brasileños; van a necesitar un milagro de un mesías. Otro punto para tener en cuenta es que los jefes de gobierno populistas creen que la economía es más importante que la salud, exponen a los trabajadores más vulnerables a arriesgar la vida para trabajar, y no pensarán que sin vida no se puede tener una economía, sino que la situación política mejorará. Francis Fukuyama predice que el populismo va a tener un declive importante “por su ineptitud para gestionarla”.
Para finalizar este intento fallido de una nota periodística entre Coronell y Samper, miremos un caso más propio, más cercano: Medellín. Un caso que a nivel mundial se ha declarado un éxito de momento y que ha sido seleccionada para varios foros mundiales para la etapa pos-covid y su recuperación económica. El alcalde de la ciudad, Daniel Quintero, ha centrado su triunfo en el manejo a la contingencia en tres puntos esenciales: tecnología y Big Data, con la que hace un seguimiento en vivo de lo que ocurre en el municipio, determina los focos de contagio y asegura el bienestar de la mayor parte de la ciudadanía. Diálogo, la comunicación coordinada con el gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, y con el presidente, Iván Duque, para coordinar las ideas y encauzarlas al bien común, sin tener problemas con las diferentes ideologías que concibe cada uno. Y lo último, adelantarse a lo que ocurriría, algo bastante heroico para un país que no tiene visión del futuro. Todo se preparó antes de que los primeros casos llegaran y no tomó la tonta decisión de subvalorar el covid-19, denominándolo una gripecita. La labor hecha por Quintero ha sido muy grata, con disciplina cuasi implacable y con un esfuerzo exhaustivo, con resultados que muestran que estas prácticas han rendido bien. Los métodos realizados en la capital antioqueña se extendieron, la alcaldía abrió espacios de diálogo para ayudar en la disminución del impacto y ciudades como Cali ya han charlado con el alcalde paisa para que todos, como país, salgamos pa’ ‘lante.
Por último, como dice Yuval Noah Harari, “la cooperación social es nuestra clave para la supervivencia”, y para esta cuarentena debería ser el lema internacional. Si solo pensamos a nivel local o regional, nadie ganará, pero si nos fijamos la meta mundial de que si avanzamos unidos saldremos con mucho para aprender, tendremos mucho qué enseñar a las próximas generaciones, muy probablemente a los pandemials.
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