Por: Valeria Zuleta (8°B)
¡Hola! Soy Max. Soy un pequeño perro Pomerania y pertenezco a una muy hermosa familia: Grace y Adam. Están casados hace ya un tiempo y yo soy como su bebé. Aunque ambos se van a trabajar temprano en la mañana y debo quedarme solo, suelo jugar con mis juguetes y esperar ansioso a la llegada de mis amos. Me pongo muy feliz cuando llegan, muevo mi cola y nunca logro contener mis alegres ladridos. Los fines de semana son mis preferidos. Como rutina, vamos a caminar por toda la cuadra. Puedo ver a todos mis amigos caninos y ahuyentar a las molestas ardillas, y ellos suelen detenerse a comer algo en alguna tienda de la cuadra. En las noches me acurruco entre ambos para que me acaricien la cabeza y luego dormimos todos juntos. Pero eso ha estado cambiando.
Ya van varios días en los que se quedan hablando largas horas sin irse a dormir. Al principio, solo me quedo mirándolos, pero me da mucho sueño, entonces me quedo dormido. Pero últimamente el ruido no me deja conciliar el sueño. Se hablan muy alto y ya Adam no duerme en la cama junto al resto de la familia. Incluso hay días en los que no regresa a casa. No comprendo qué sucede. Grace ha estado muy triste y melancólica; me abraza más de lo normal. Cuando Adam viene a casa no entiendo por qué Grace no se pone tan feliz como yo, y pasa lo mismo cuando Grace llega y Adam está en casa.
Un día el ruido de sus voces me hizo despertar temprano. Decían mucho mi nombre, creí que querían jugar conmigo... pero no era así. Nunca los había visto tan tristes. Adam se despidió de Grace y de mí, pero yo estaba seguro de que era domingo, ¿Por qué debía irse? Quería acompañarlo, pero parecía que Grace no iría, y no me soltó hasta que Adam cruzó la puerta.
Acompañé a Grace todo el día. Ella trabajaba en su computadora mientras yo intentaba descifrar a dónde pudo haber ido Adam. En la noche esperaba su regreso, pero parecía ser otro día en el que no volvería. Dormí junto a Grace. A la mañana siguiente, ella salió a trabajar. Adam no llegó. Pasaban los días y Grace parecía más independiente, pero al mismo tiempo no se alejaba de mí. No volví a ver a Adam durante mucho tiempo.
Un día íbamos Grace y yo en nuestro habitual paseo matutino, cuando logré percibir un olor conocido. Alcé mi mirada y encontré a Adam. Me sentí muy feliz y él también parecía sentirse alegre por mi presencia. Pero había algo extraño. Había otra mujer junto a él. Arrastré a Grace hasta poder estar cerca de Adam. Él me reconoció y acarició mi cabeza, pero fue muy distante con ella. Percibí un ambiente frío y, luego de intercambiar algunas palabras, cada uno siguió su camino. Me di cuenta de que las cosas verdaderamente habían cambiado para siempre. Supongo que es algo que hacen los humanos. Ya Adam no iba a casa, y pronto Grace conoció a otro hombre. Comprendí que ambos continuaron con su vida, cada uno por su lado. ¿Y yo? Yo también seguí con la mía. No dejé de divertirme jamás, pero me llenaba de intriga qué era exactamente lo que les había sucedido a mis dueños.
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