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La niña encantada

Por: Elena Londoño (4°B)


Érase una vez una señora llamada Julia, que estaba enferma y a la vez embarazada. Para ese entonces, sólo había una solución para esta circunstancia y era la “flor de la luz solar”. De tal modo que todos fueron en búsqueda de la flor de la luz solar.


Después de varios días, la encontraron y siguieron su rumbo hacia el hogar de Julia. Al llegar, ella con voz ronca les contó que la flor solo funcionaba si se combinaba con cuatro elementos más: la flor de la oscuridad, que crecía misteriosamente solo por la noche; la lunada, que son destellos de luz que caen de los cráteres de la Luna, especialmente en el mes de octubre; agua de lluvia y, por último, y de menor importancia, leche de yegua blanca.


Inicialmente mezclaron todo lo que se pudo conseguir: la flor de la luz solar, el agua de lluvia y la leche de yegua blanca.


Cuando por fin caía la noche fueron en búsqueda de la lunada y de la flor de la oscuridad, pues si aquellas cosas no estaban, nada funcionaría.


Llenos de alegría por haber encontrado todo, regresaron a la casa de Julia con la buena noticia y con los ingredientes para su creación. Julia se curó y a los dos meses, el 14 de octubre a las 7:00 p.m., nació una niña llamada Laura. Ella era común y corriente por el exterior, pero que en el interior era cero común y corriente, pues ella tenía poderes de los cuales nadie sabía hasta que cumplió catorce años. Por suerte solamente se enteraron sus padres, ya que ella quería mantenerlo en secreto.


Muchos años después, cuando Laura ya se había casado, tuvo una hija llamada Sara, que nunca se enteró de que su madre tenía poderes, pero notó que ella mismo sí los tenía; bueno, Laura nunca tuvo poderes… Pero la reliquia de su familia sí, “El libro encantado”. Los poderes de este libro encantado consistían en que, si escribías tus más profundos deseos en él, te los iba a cumplir. Espera, me estoy adelantando… Cuando Sara cumplió catorce años, recibió esta reliquia, “El libro encantado”. Ahora sí, el libro consistía en que, si escribías tus más profundos deseos en él, te los iba a cumplir. Al llegar a los dieciséis, Sara se puso a pensar, ¿Para qué me sirven mis poderes?


Para averiguarlo escribió de forma anónima a sus padres preguntando para qué podría usarlos, su padre le respondió que los guardara para ella misma, pero ella era muy dulce como para no compartir algo tan maravilloso, así que Sara siguió insistiendo a toda la multitud anónimamente durante tres años más, hasta que un día soñó con su abuela que estaba muy enferma. Ella no sabía qué mensaje le estaba mandando su sueño, entonces fue a preguntarle a su papá qué podría significar, él le dijo que era una tonta idea que sus sueños le quisieran decir algo. Sara se puso triste pero no se rindió y continuó con su investigación.


Un día la niña se levantó con la ilusión de que iba a encontrar el fin de todo esto. Como suele pasar todos los días, llegó la hora del baño, y como la niña estaba emocionada hizo algo, que sé que toda chica entiende porque seguro lo hizo alguna vez cuando se despertó feliz e hizo el Yo me llamo, o sea, karaoke mientras se bañaba. Entonces salió de la ducha y se vistió, empacó su morral y fue a despedirse de sus padres para irse al colegio.


Ella tenía un atajo para llegar más rápido a su colegio, sin embargo, esa vez no lo tomó. Sara no estaba tan acostumbrada a ese otro camino, por ende, no sabía la posición de los árboles y chocó con uno sin culpa, sin embargo, ella estaba bien, incluso mejor que bien, pues si no encontraba cómo usar sus poderes no iba a poder ayudar a nadie con ellos. Por suerte ella ya tenía la solución gracias a su golpe y a que el árbol en el que se chocó estaba al frente de un ancianato; eso le dio la idea de enviar sobres anónimos a los ancianitos. Aquellos sobres contendrían unos papeles, en los que los ancianos deberían escribir sus deseos más profundos y así ella podría escribir aquellos deseos en su libro y esos deseos se harían realidad.


Sara, ya con todo claro, decidió pedir ayuda a sus amigos, y sin contarles el secreto de sus poderes, recorrieron todo el país visitando los ancianatos y recogiendo los sobres con los papelitos que contenían esos deseos tan importantes.


Luego, ella trabajó hasta el cansancio escribiendo todos esos deseos en el libro encantado, pero la fatiga disminuía al enterarse cómo los deseos que ella iba escribiendo se volvían realidad.


Fue así como decidió dar mejor uso a sus poderes, y además decidió continuar con la tradición familiar, dejando esta reliquia en las mejores manos, las de su propia hija. Esta vez con una diferencia: explicó a su hija en qué consistían los poderes, de modo que pudiera empezar a ayudar a la humanidad y sentir la inmensa satisfacción de hacer el bien y de dar el mejor uso a los dones recibidos.


Con el paso del tiempo, esta tradición familiar continuó de generación en generación, logrando entre todos crear un mundo mucho mejor, pues no solo se hicieron realidad muchos deseos escritos en el libro encantado, sino que cada día tomaba más fuerza la intención de hacer el bien. Cada generación amplió el uso de estos poderes más allá de los ancianatos; pues luego fueron los niños, más adelante los papás, etc.


Fue así como finalmente no hicieron falta poderes para ayudar a los demás a lograr sus sueños.



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